lunes, 10 de febrero de 2014

AVE y César

"AVE Y CÉSAR", Huelva Información, 3-2-14



Paren que me bajo. Yo no quiero AVE. Y soy de Huelva, del Molino de la Vega, vamos. Para empezar no entiendo la necesidad de este tipo de trenes, que requieren una inversión en infraestructuras y suponen un impacto medioambiental que no compensan las ventajas que, al parecer, producen. Una pareja que viaje desde Huelva a Madrid, por motivos profesionales o familiares y no en el gustoso desembolso de unas vacaciones, deberá pagar más de 200 euros simplemente por los billetes. Añadan una noche de hotel y la pitanza, sí, y alguna comprilla ya que estamos en la urbe capitalina... un lujo que ese tercio de españoles pobres, otro tercio de españoles jodidos y la mitad del tercio restante que se lo ha de pensar dos veces no pueden permitirse.
Yo creía que el transporte público cubría finalidades sociales; no es que deban regalar los billetes pero facilitar la comunicación aliviaría el tráfico de las carreteras, la contaminación de esos vehículos, los accidentes, las carteras de los compradores de coches ―aquí me riñen los del sector― y, si se ponen rebuscados, hasta haría más sencilla esa movilidad laboral que tan a gusto exigen algunos siempre y cuando la pague el que se mueve, claro.
Pedimos Alta Velocidad a Madrid y no tenemos trenes ni para ir de Huelva a Sevilla ni a ningún otro sitio; el mundo del revés, que decía Quevedo. Huelva, las capitales de provincia, necesitan una red de ferrocarriles fluidos que las conecten con la mayor parte de las principales poblaciones, a un precio razonable. Con el dinero que se ha gastado en AVEs inútiles e infrautilizados podríamos viajar sobre vías sin tocar el suelo de un extremo a otro de la Iberia, como aquella ardilla que tanto impresionó a los romanos.
Un tren a la Sierra necesita voluntad: buenos horarios y buena frecuencia, precios populares y una campaña de sensibilización para ver las ventajas de usar ese ferrocarril, y pérdidas, sí, pérdidas, porque lo Público no es un negocio, y a veces una buena gestión gubernamental es la que controla las pérdidas en beneficio de la ciudadanía, no la que erige despropósitos para que los paguemos todos o para que llegue la empresa privada elegida y compre el desastre ―¿pero quién compra una ruina?―... y obtenga los réditos de la explotación.
Soy de aquí y creo que un Alcalde o un Presidente de la Diputación harían bien en racionalizar el transporte público en función de las necesidades de la ciudadanía, no mirando en qué carteles de qué estaciones megalomaníacas o aeropuertos innecesarios van a quedar inmortalizados sus nombres. Ésta es la reválida política suspensa. El AVE para los césares.

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