martes, 29 de abril de 2014

Cortegana

"CORTEGANA"; Huelva Información, 21-4-14



Escribo desde la sierra onubense, en el campo cerca de Cortegana, maravillado al caer el sol con la algarabía de insectos, encinas inflamadas de flor y una noche de estrellas que me apabulla mostrándome mi significado en mitad de todo.
He paseado por el pueblo, aparentemente ha perdido la batalla económica con otras villas de la Serranía; Cortegana asoma decadente, sin la vida que en otros sitios bulle en volandas del turismo. Cada tres casas una está en venta y en semiabandono; los bares mantienen su público local salpicado de algún foráneo, el Casino de Arriba se muere sin remedio con sus viejos que no regresan al partir, y el de Abajo se deja vencer por la esperanza de un viajero que no cuaja; muestran las tiendas clausuradas mercancía marchita que nadie oculta de un sol implacable que sorbe los colores. El parón es el silencio; apenas hay tráfico, salvo en horas de supermercados y escolares. Cortegana parece dormir un sueño de mujer cansada y entregada al fracaso.
Sin embargo, si alguien quiere probar las mieles de nuestras sierras: ha de pasar forzosamente por aquí. Porque la parsimonia de quien espera poco es, en el fondo, el espíritu de estos pueblos que tanto saben y que han resistido tanto, hasta hace poco, la tentación de la mercadotecnia. Es difícil no ceder al peso del dinero, pero recuerden que quienes disfrutamos la Sierra yendo o viviendo (en la costa ya no es posible) queremos encontrar silencio, gente tranquila, campo en toda su extensión semántica, heterodoxia, una cultura diferente, una manera de vivir ejemplar, algo que de alguna manera nos haga recordar lo equivocados que estamos. Y eso lo hallamos en Cortegana y no en otros sitios...
He paseado, he entrado en una papelería confundido, en realidad estaba cerrada; busco libros y un señor, el dueño, me atiende sin problemas. Entablamos una conversación lenta; hablamos de juventud y lectura, de la decrepitud de una enseñanza que incorpora profesores jóvenes que ya fueron parte del fracaso de nuestro sistema actual; de cómo ya no se leen las obras en castellano antiguo sino adaptado; me cuenta que su hija y su hijo son profesores; confieso mi oficio docente; alabamos los placeres y beneficios del extinto libro; compro algo de Dickens y me regala un tomito con el discurso hermoso de Saramago al recoger el Nobel, memorando a sus abuelos analfabetos.
Hoy es lunes, usted y yo estamos de vuelta, lejos de Cortegana y del "otium"; pero si lee usted en ese pueblo, esté tranquilo, es un sitio bello, atractivo, ejemplar, un sitio al que un visitante no devorador querrá volver siempre. Lo demás, lugares muy conocidos, es el preámbulo de la ruina; el turismo es a la riqueza lo que una mano afortunada al vicioso de las cartas.

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