Hay
dos tipos de políticos: los que gestionan y los que tienen ideas.
Los primeros son profesionales y dedican toda su vida a lo público,
y nos lo venden como un sacrificio que debemos reconocerles y
pagarles... ganarían mucho más en la empresa privada, suelen decir,
¿por qué no se van?; no los menospreciemos, tienen en realidad dos
trabajos simultáneos y les dedican jornadas sin fin: el partido y la
gestión, en este orden, primero hay que sobrevivir en esa lucha por
la vida que son las organizaciones políticas, y después no hacer
nunca nada demasiado brillante como para molestar al de arriba pero
tampoco tontadas como para crear problemas, en este orden. Va uno
escalando por de dentro y por de fuera cogiendo dignidad pública.
Entonces ya no será quien reciba los argumentarios sino uno de los
elaboradores. Estoy pensando en los portavoces de los grandes
partidos en Sevilla o Madrid, capaces de inventar verdades como puños
y de ser generadores de opinión, esto es: declarar a la prensa
calculando el efecto que interesa sufra esa morralla que vota; ni una
sola idea. Su política es estar o no estar.
Pero
la incomodidad con la casta política no era acerca de estar sino de
ser... o no ser, que dijo Parmeneides. El 15M y su onda expansiva
quería echar a los gestores para elegir a pensadores, gente con
ideas y autoridad para hacer, planificar, elegir, tomar decisiones
graves con las Leyes en la mano, cambiar éstas en esos extremos en
los que protegían descaradamente a esa casta y a sus sostenedores,
el poder verdadero.
Unas
migajas de trabajo cutre han callado a este pueblo que se queja
secularmente de todo. La OIT, de la ONU, da estadísticas que
muestran una España en la que el 25% de los trabajadores con
contratos requieren de ONGs o servicios sociales para sobrevivir, son
trabajadores pobres, la nueva clase emergente, ¿hablamos del paro? Y
a pesar de todo, nos hemos tragado el señuelo del fin de la crisis
sin percatarnos de que no se ha ido sino que se ha consolidado como
modelo nuevo de explotación. Asúmanlo.
Ni
entiendo a una IU que no quiere ver que se le pasó el arroz, que
perdió la capitalización de un movimiento que le era connatural; ni
entiendo a un Podemos cada vez más aferrado al liderazgo personal,
sin darse cuenta de que rodaba para unir a la izquierda. El votante
que se atrevería con ellos no quiere ni campañas ni programas ni
mítines conjuntos, sólo la garantía de que quienes van a defender
a la mayoría social de este país van a cumplir juntos sin
traicionar gobernando.
Ideas,
ideología: un político no puede estar a ver qué pasa con las
balsas de fosfoyeso en Huelva, debe ser el primero en hacer lo
imposible por erradicar esa miasma tóxica de aquí; la garbanzada de
hoy no es una ocurrencia sino la expresión de toda esa gente que
quieren confiar en alguien, no en un gestor equidistante. ¿Aún se
preguntan por qué Colau o Carmena tienen la aprobación de sus
conciudadanos?
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