lunes, 4 de julio de 2016

En la otra orilla, 24-8-15

Me decía un ferretero en Niebla que, al poner la tele, le quedaba sensación de ser el único normal, porque el mundo está lleno de locos. Y tiene razón, la violencia y la sin razón nos rodean hasta generar angustia y miedo. No sé si debemos buscar solución o consuelo...
Detrás de muchos comportamientos execrables está la desigualdad y la lucha ciega por poseer lo que otros tienen, aunque sea sublimando riqueza con paraísos religiosos: la ignorancia. Y aunque pueda parecer ingenuo, naíf incluso, yo me pregunto para qué vale una sociedad que no regula esa desigualdad, nos dejamos guiar por políticos y empresarios que nos llevan a la catástrofe, vivimos en mitad de una indiferencia al desastre global que nos hace responsables de cualquier guerra futura, que la habrá, entre pobres y ricos del mundo. Leía el otro día a un inmigrante en Alemania: "Nosotros no queremos ser los nuevos judíos"; igual que a veces nos preguntamos cómo toda una nación pudo alentar y consentir el Holocausto: ¿nadie puede hoy encaminar la riqueza (que la hay) a paliar diferencias que son indignas? ¿El lujo tiene como sangre forzosa la miseria de una gran parte de la población?
Si tuviera la solución... Tengo el consuelo. Un consuelo útil, porque estoy convencido que es una oportunidad para quien lo acepta, pero no puedo (ni debo) desvincularlo de un cambio social. Sigo creyendo en el proyecto ilustrado, con sus límites; el conocimiento, la educación, la Belleza, los Derechos Humanos... ningún gobierno debería poder anteponer a esos medios ninguna razón de Estado. Sí creo en el castigo (voy para viejo) para quienes no asuman las leyes, creo en la redención obligatoria: esto es, si un tío con dieciséis años es detenido robando no saldrá de la cárcel hasta que tenga su plaza de notario, al menos... nada de condenas por años sino con hechos. Se nos llena la boca con la palabra "libertad" y apoyamos tácitamente la dictadura egipcia que condena a muerte a periodistas porque nos conviene. Permitimos la existencia del narco en México, país de miedo, y nadie se plantea la legalización del comercio con drogas. Vemos la prostitución y no nos preguntamos por la educación sexual que recibimos. Vivimos un espejismo del progreso.

Dice Claudio Magris que "[...] la literatura auténtica no es la que halaga al lector, confirmándole en sus prejuicios y en sus seguridades, sino la que le acosa y le pone en dificultades, la que le obliga a ajustar las cuentas con su mundo y con sus incertidumbres". Ésta es la humanidad en la que tengo fe, no quiero el desespero del escepticismo, el pragmatismo, el realismo (que siempre es una justificación a posteriori del egoísmo). Creo en la utopía como motor, en una sociedad que podría paliar el sufrimiento de este mundo casi sin esfuerzo, en Rafael Chirbes que, desde la otra orilla, nos mira habiendo dado ejemplo de lo que un escritor debe hacer con la realidad y la Belleza, mostrando hermosamente la basura que somos.

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