¿Dónde
está esa ascendencia cristiana reivindicada por nuestros
constituyentes cuando se redactó el Tratado
Constitucional
europeo firmado en Roma? Porque parece mentira que no haya una
convocatoria de Huelga General por parte de nuestro Gobierno y de la
oposición en pleno para protestar por el Judas que le hemos hecho a
los refugiados sirios (etc.) vendiéndolos a Turquía por un puñado
de miles de millones de euros y vaselina para penetrar turcos en
nuestra Unión.
Porque
me repugna la hipocresía, yo prefiero a quien tiene las cosas claras
que a los llorones que se rasgan las vestiduras ante el cadáver de
un niño en la orilla de la playa, abandonado a la inercia del olear.
¿Cuántos han muerto y mueren a diario por cualquiera de las
fronteras marinas de nuestra pompa de jabón? Porque vivimos en una
burbuja, siempre ha sido así, pero antes los intelectuales defendían
modelos, utopías que nos servían de referencia para tener dignidad,
ideología, decencia y principios, pero ahora los principios sólo
sirven para ir a la romería de turno, sentarse en un palco a chupar
incienso, condecorar a una virgen de palo o saber catar vino
educadamente con un leve retropaladar a gomina o a rosa mustia los
fines de semana.
No
es cosa de partido, no de izquierdas o derechas, no es religiosa, no
es económica o militar, es de hijos de puta, más claro: “water”.
Cuando nos preguntamos cómo era posible que los alemanes no olieran
a judío quemado en las localidades cercanas a los campos de
concentración, un rictus de desprecio se nos posa en la boca y
rechazamos la mezcla de impunidad e indiferencia con que aquella
sociedad asumió el genocidio tecnológico. Cuenta Semprún en uno de
sus libros-monumento que al acercarse a una vecina recién salido de
Dachau, ésta huyo empavorecida como si hubiera visto al demonio;
nosotros sabemos que lo tuvo delante todo el tiempo, porque era ella
misma. “Pecatum meum contra me est semper”, dicen los cristianos;
y el genocidio en el que estamos participando todos con estos
refugiados, muchas veces de guerras provocadas por nosotros mismos,
está en el espejo en que nos miramos y la Historia nos recordará
como criminales por acción u omisión.
Este
ministro opusdeísta, cuyo nombre no merece publicidad, que llama
“peligro” a las familias refugiadas que escapan de la guerra, la
tortura, el hambre y la desesperación, debería preocuparse más por
su alma en el Día del Juicio y menos por mantener un nivel de vida
que nos sitúa en el egoísmo más atroz y criminal.
Europa
es la zona del mundo donde, aún, está más repartida la renta per
cápita. Donde la Educación universal debería servir para vivir
mejor y no en la molicie del consumo loco. O reaccionamos o estamos
regalando un clavo más a ésos que nos han de enterrar en nuestro
hermoso ataúd. “Vergogna”.
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