lunes, 4 de julio de 2016

Las Cervantas, 18-4-16

A la retirada del Rey han seguido años muy duros; crisis crónica agravada por un Estado en permanente recaudación con un solo fin: financiar batallas políticas, con el pueblo fuera del objetivo del beneficio. Una economía indiferente a la precariedad laboral y salarial (cuando no aprovechada), en manos de banqueros con prácticas cercanas a la usura o directamente lesivas para sus contribuyentes, capaces de provocar quiebras de Estados. La honradez y el trabajo convertidos en baldón, los cargos políticos como única plataforma real para tener un futuro y ascender en el escalafón social y de la riqueza. La consolidación del fanatismo religioso y populachero provocado muchas veces por el propio poder político. Descenso de la tasa de natalidad…
Esta agorera descripción corresponde a una España, la de Cervantes, y está hecha por el Catedrático de Literatura Javier Blasco en su biografía del Manco (pp. 277): ¿no es exactamente la nuestra? Me pregunto si vindicar el Quijote, 80 lustros después, tiene mucho sentido si ya nadie lo lee (hasta la Academia publica una adaptación) y si la sociedad que parodió sigue exactamente igual, incluidas corona, nobleza, iglesia y feudos, porque Blasco propone, entre otras lecturas, a la locura de Alonso Quijano como “alter ego” del contrarreformismo felipista, una nación entera expoliada para mantener guerras que garantizaran la salvación en el otro mundo del emperador católico y su pueblo colaboracionista, expulsados ya todos los infieles.
Cuando miro a esta tierra orgullosa del expolio americano, de la pérdida de Cuba, nostálgica de imperio y riqueza me pregunto si el 98 acabó o si seguimos emperrados en esa malincónica fecha. Usted dirá que los escritores de hoy son más malos pero las librerías de viejo están repletas de autores que entonces eran profesionales y vivieron de la letra en su más amplio registro, hoy son basura estadística, por tanto no hay diferencia.
Triste España sin ventura; hay aquí sólo dos linajes, Tener y No-tener. Pero aclara Blasco que Cervantes, frente a otros que no veían más que lo que querían ver, pudo hacer esta composición satírica que ha sobrevivido quizá porque, en el fondo, es un retrato eternamente presente de la bondad y maldad humanas sin criticar la pasión, el vicio y la culpa sino la estupidez, único pecado que merece castigo (no cárcel, sino estudios).

Uno se mueve con nuestro escritor de un extremo a otro, ¿héroe o espía?, ¿sodomita traidor o esclavo del mal?, ¿funcionario o corrupto?, ¿ciudadano o convicto?, ¿cristiano viejo o rufián de las Cervantas?, ¿católico o erasmista? Uno mira esta España de politicuchos, pobres hartos de comer y corrupción estructural, y en los vicios Cervantinos ve la virtud, hijadalgo.

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