He
leído estos días las memorias de un fascista, a quien no voy a dar
la gloria de ser nombrado, y he llegado a entender sus razones, todos
las tenemos; nacimiento noble, amas de cría, chóferes, servicio en
casa e internados..., de oficio: propietario, todo eso te marca y de
niño ver peligrar esta vida de tus padres por la turba roja... pues
mira. Pero yo no creo en la equidistancia, ni en la relatividad del
bien y el mal... hay un límite y no se puede ser tan egoísta sin
hacer mucho daño; yo entiendo casi todo menos lacerar a los demás
para ser un feliz indiferente a la realidad. Eso tiene un nombre en
la calle.
El
comunismo económico está agotado hace mucho. La izquierda debe
redefinirse, porque jugar a la mitología de la supresión de la
propiedad privada o de la iniciativa empresarial me parece vicio tan
religioso como hablar de paraísos. Cuando veo debatir a nuestros
políticos no quiero propuestas concretas, no voy a caer en esa
demagogia porque si no se quiere alterar la estabilidad del sistema
lo concreto no es más que aparejar la máquina para que siga igual.
Ya lo ha hecho el PP: es verdad que han solucionado la crisis, pero
repartiendo la deuda entre la clase trabajadora y los pobres y
permitiendo al poderoso seguir siéndolo con la excusa de que
sostiene la economía, esto es: manteniéndola. Eso es ser de
derechas, y éstas son las propuestas de A. Rivera cuando habla de
contrato único (o sea: temporal para todos), o de completar salarios
con pagos según el IRPF (o sea: salario mínimo para todos):
acabaría con el paro, cierto, pero a costa de nuestra dignidad y de
la ruina del estado del bienestar, que no es beneficencia sino un
derecho.
Hemos
admitido con pasmosa facilidad que no hay alternativa a la
explotación. Quiero que los políticos me digan cómo conciben el
Estado de Derecho: que tengan claro que el pago de la deuda puede
salir de quienes en vez de exigir tanto sacrificio deberían dar
ejemplo; que la mejor forma de repartir es poner controles al
beneficio para redistribuirlo, permitiendo la riqueza pero no la
desvergüenza reinante; que el crecimiento sin pausa sólo lleva a la
catástrofe por hipertrofia; que debemos vivir mejor, más
placenteramente, porque tenemos los medios, y hay que educar para
disfrutar y no sólo para consumir. Únicamente la gula monetaria
quiere espuertas de beneficios: así financia el resto de sus pecados
capitales.
Hay
que construir Estados ejemplares con sistemas legales simples que se
cumplan. Esto sí se puede cambiar. Hay que devolver el Gobierno a
una ciudadanía, representada por instituciones veladas por poderes
separados, con la que hay que ser también muy exigente, porque el
corrupto no es más que nuestro espejo. Daré mi voto a quien me
proponga ideas; a quien me proponga soluciones, sólo daré mi
sonrisa más escéptica.
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