lunes, 4 de julio de 2016

Mi voto, 26-10-15

He leído estos días las memorias de un fascista, a quien no voy a dar la gloria de ser nombrado, y he llegado a entender sus razones, todos las tenemos; nacimiento noble, amas de cría, chóferes, servicio en casa e internados..., de oficio: propietario, todo eso te marca y de niño ver peligrar esta vida de tus padres por la turba roja... pues mira. Pero yo no creo en la equidistancia, ni en la relatividad del bien y el mal... hay un límite y no se puede ser tan egoísta sin hacer mucho daño; yo entiendo casi todo menos lacerar a los demás para ser un feliz indiferente a la realidad. Eso tiene un nombre en la calle.
El comunismo económico está agotado hace mucho. La izquierda debe redefinirse, porque jugar a la mitología de la supresión de la propiedad privada o de la iniciativa empresarial me parece vicio tan religioso como hablar de paraísos. Cuando veo debatir a nuestros políticos no quiero propuestas concretas, no voy a caer en esa demagogia porque si no se quiere alterar la estabilidad del sistema lo concreto no es más que aparejar la máquina para que siga igual. Ya lo ha hecho el PP: es verdad que han solucionado la crisis, pero repartiendo la deuda entre la clase trabajadora y los pobres y permitiendo al poderoso seguir siéndolo con la excusa de que sostiene la economía, esto es: manteniéndola. Eso es ser de derechas, y éstas son las propuestas de A. Rivera cuando habla de contrato único (o sea: temporal para todos), o de completar salarios con pagos según el IRPF (o sea: salario mínimo para todos): acabaría con el paro, cierto, pero a costa de nuestra dignidad y de la ruina del estado del bienestar, que no es beneficencia sino un derecho.
Hemos admitido con pasmosa facilidad que no hay alternativa a la explotación. Quiero que los políticos me digan cómo conciben el Estado de Derecho: que tengan claro que el pago de la deuda puede salir de quienes en vez de exigir tanto sacrificio deberían dar ejemplo; que la mejor forma de repartir es poner controles al beneficio para redistribuirlo, permitiendo la riqueza pero no la desvergüenza reinante; que el crecimiento sin pausa sólo lleva a la catástrofe por hipertrofia; que debemos vivir mejor, más placenteramente, porque tenemos los medios, y hay que educar para disfrutar y no sólo para consumir. Únicamente la gula monetaria quiere espuertas de beneficios: así financia el resto de sus pecados capitales.

Hay que construir Estados ejemplares con sistemas legales simples que se cumplan. Esto sí se puede cambiar. Hay que devolver el Gobierno a una ciudadanía, representada por instituciones veladas por poderes separados, con la que hay que ser también muy exigente, porque el corrupto no es más que nuestro espejo. Daré mi voto a quien me proponga ideas; a quien me proponga soluciones, sólo daré mi sonrisa más escéptica.

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