lunes, 4 de julio de 2016

Qué será, 21-12-15

Interesante ejercicio de relativismo, usted me lee en su presente y yo estoy en mi pasado. Usted sabe el resultado de las elecciones, yo, que existo en este texto que usted lee: todavía no. Yo vivo aún en esos días agobiantes, entre el asco y el hartazgo, en los que dos desesperados repletos de miedo peleaban en un plató de televisión para no decir nada que no supiéramos y hubiéramos consumido hasta la náusea...
Muy triste, y espero que ahora esté arrepintiéndose, esa elevación de tono del candidato socialista cuando vio que no levantaba encuestas, sólo para justificarse ante su propio partido ya sin ideología; ese patetismo impostado, recomendado por sus asesores, le hizo perder la menguante credibilidad que le daba haber compartido buena parte de las políticas de su contrincante rebosante de senectud, un señor Presidente que nos vendía su imagen de futbolero repartecapones, comedor de churros, jugador de dominó e hijo de juez de provincias de toda la vida, como manda Dios. Estaban fuera de juego, eran una instantánea de una sociedad que ya ha muerto; claro que, desde mi pasado, yo no puedo saber si España ha confirmado su defunción o si ha renacido esta mañana del 21 de diciembre que nos trae otro invierno.
En los últimos años de crisis de todo, no sólo económica, he vivido como el ciudadano que siente que los ajenos le han afanado su derecho a ejercer la política. He sentido celos platónicos, como si se apropiaran indebidamente del Arte que me da la vida... Decía no hace mucho el músico Alberto García Demestres: "[...] esperemos que un día la ópera vuelva a ser cosa de compositores"; exacto, veo a los políticos que creen única vía posible consolidar esto que tenemos como a esos aficionados a la ópera que no sienten el menor interés por la música... me duelen los dineros públicos gastados a su mayor gloria.
A toro pasado, no hace falta confesar que no di mi voto a ninguna fuerza conservadora, mucho menos, por tanto, a PP o PSOE. Yo soy de los que veía esta necesidad de cambio político, y no creo que lo sea para España o Europa sino para el mundo entero. Ya he defendido aquí la idea de una Constitución Mundial: una carta que recogiera los derechos de la Ciudadanía por el mero hecho de ser humanos y la vinculación de la posibilidad de comerciar entre estados sólo si sus sistemas jurídicos respetan esos derechos.
El calentamiento global, la guerra, la injusticia, el hambre, la locura tecnológica, el onanismo capitalista que sólo persigue el lujo como sustituto de la persona, el incremento brutal de la pobreza en nuestro país, la corrupción estructural, el inmovilismo servil e interesado... Yo no sé si hoy hemos dado un paso esperanzador hacia un futuro digno; usted, lectora, lector, sí lo sabe. Yo, que en este momento, me leo en papel con un café en el bar de mi instituto: también.


No hay comentarios:

Publicar un comentario