Y
peligroso. Soy un jodido chinorro en el zapato para los
biempensantes, porque cuanto más me dicen que la estabilidad es
necesaria, que la economía debe crecer, que las reformas laborales
están bien y deben continuar, que los organismos internacionales
están de acuerdo, cuanto más piden moderación proporcionalmente
más claro tengo que defienden un modelo en el que ellos son la parte
interesada; el conservadurismo siempre ha disfrazado de normalidad,
de sentido común, de discurso único sus aspiraciones. Los demás
somos radicales.
Soy
un loco radical porque, cada vez más, y conste que no sé cómo
organizarme, me pasa como a Kepler, a quien todos pedían mostrar la
circularidad de los orbes planetarios y dijo el tío: Adaptaré las
ideas a los datos y no los datos a las ideas, y un pragmatismo
liberal me inunda mi tradicional visión anticapitalista de la
economía, y no aspiro a una dictadura del proletariado sino a una
gestión sensata y justa, y que no me insulten llamándome
socialdemócrata porque no lo soy, soy marxista pero nunca he querido
imponer nada a nadie porque el imperio de la Ley, aún sabiéndola
ideologizada, me parece la garantía de que yo pueda defender mi
pensamiento, cambiando la Ley con la Ley. Por eso me mira mal el otro
bando de conservadores, el que se llama a sí mismo izquierda
tradicional, aunque a algunos no les llegue el olor a precariado.
Soy
radical porque, y lo siento, yo veo el Estado actual, incluidos sus
más altos representantes, como una gran familia corrupta que
gobierna o representa pero, de camino, arrampla con lo que puede;
para mí la corrupción en España no es un delito aislado, sino una
idiosincrasia: aquí roba todo el que tiene oportunidad y lo
justificamos diciendo que cualquiera haría lo mismo. No estoy de
acuerdo, falta educación y enseñanza. Somos una jarca de paletos
disfrazados de país, podredumbre adobada con una bandera bienoliente
y un himno que calla el grito de la injusticia de un reparto
desequilibrado de la riqueza; véase la oleada de datos del informe
anual de Oxfam, 33% de niños pobres en este país de comercios sin
factura, catorce millones de patriotas al borde del abismo.
La
enseñanza es una guardería. No se persigue la excelencia o la
ambición de saber y ser determinantes en la rama que fuere. No,
hemos convertido el Sistema Educativo en una FP gigante para
contratos técnicos un poco mejor pagados. La mediocridad disfrazada
de psicopedagogía ha erradicado la investigación; la proliferación
de universidades, la singularidad; la destrucción del bachillerato,
la cultura media; el neoanalfabetismo de la obligatoria sume en la
esclavitud a esa mayoría que no lee o lee la basura publicitada sin
rigor ni crítica.
Soy
radical. Porque promuevo que nuestra descendencia no debe aspirar a
ser estudiante sino intelectual, porque sólo así saldrá de su pozo
secular esta Sociedad en la que vivimos; el Estado, para ellos.
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