lunes, 4 de julio de 2016

Soy un radical, 8-2-16

Y peligroso. Soy un jodido chinorro en el zapato para los biempensantes, porque cuanto más me dicen que la estabilidad es necesaria, que la economía debe crecer, que las reformas laborales están bien y deben continuar, que los organismos internacionales están de acuerdo, cuanto más piden moderación proporcionalmente más claro tengo que defienden un modelo en el que ellos son la parte interesada; el conservadurismo siempre ha disfrazado de normalidad, de sentido común, de discurso único sus aspiraciones. Los demás somos radicales.
Soy un loco radical porque, cada vez más, y conste que no sé cómo organizarme, me pasa como a Kepler, a quien todos pedían mostrar la circularidad de los orbes planetarios y dijo el tío: Adaptaré las ideas a los datos y no los datos a las ideas, y un pragmatismo liberal me inunda mi tradicional visión anticapitalista de la economía, y no aspiro a una dictadura del proletariado sino a una gestión sensata y justa, y que no me insulten llamándome socialdemócrata porque no lo soy, soy marxista pero nunca he querido imponer nada a nadie porque el imperio de la Ley, aún sabiéndola ideologizada, me parece la garantía de que yo pueda defender mi pensamiento, cambiando la Ley con la Ley. Por eso me mira mal el otro bando de conservadores, el que se llama a sí mismo izquierda tradicional, aunque a algunos no les llegue el olor a precariado.
Soy radical porque, y lo siento, yo veo el Estado actual, incluidos sus más altos representantes, como una gran familia corrupta que gobierna o representa pero, de camino, arrampla con lo que puede; para mí la corrupción en España no es un delito aislado, sino una idiosincrasia: aquí roba todo el que tiene oportunidad y lo justificamos diciendo que cualquiera haría lo mismo. No estoy de acuerdo, falta educación y enseñanza. Somos una jarca de paletos disfrazados de país, podredumbre adobada con una bandera bienoliente y un himno que calla el grito de la injusticia de un reparto desequilibrado de la riqueza; véase la oleada de datos del informe anual de Oxfam, 33% de niños pobres en este país de comercios sin factura, catorce millones de patriotas al borde del abismo.
La enseñanza es una guardería. No se persigue la excelencia o la ambición de saber y ser determinantes en la rama que fuere. No, hemos convertido el Sistema Educativo en una FP gigante para contratos técnicos un poco mejor pagados. La mediocridad disfrazada de psicopedagogía ha erradicado la investigación; la proliferación de universidades, la singularidad; la destrucción del bachillerato, la cultura media; el neoanalfabetismo de la obligatoria sume en la esclavitud a esa mayoría que no lee o lee la basura publicitada sin rigor ni crítica.

Soy radical. Porque promuevo que nuestra descendencia no debe aspirar a ser estudiante sino intelectual, porque sólo así saldrá de su pozo secular esta Sociedad en la que vivimos; el Estado, para ellos.

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