martes, 4 de octubre de 2016

Recreativos Huelva

4-7-16

A mí me da igual que a la gente le guste el fútbol; que el Ayuntamiento de Huelva quiere gastar un pastón en el Recreativo... voy a decir que a mí ni fu ni fa, haciendo de corazón: tripas. Hubo un tiempo en el que la "intelligentsia" de este país se las daba de antifutbolera (y antifolklóricas, antisemanasanta, antirrocío, antitoros...), pero hoy, cuando algunos de nuestros poetas más conocidos y progres se desgañitan por el Glorioso, todo eso está demodé. Yo sigo con cara de sorpresa por ver lo que el fútbol mueve. Y sí, lo siento, creo que es uno de esos opiáceos que nos administran, por nuestro bien, claro.
Repito, el Ayuntamiento gasta lo que no tiene en el Recre: allá él, cada político hace con nuestro dinero lo que quiere, ¿no?, así están las cosas. Quiero creer que lo hace convencido de la bondad de un gesto como ése. La Diputación se suma y fundaciones de cajas a extinguir, controladas por ellos mismos, también ponen nuestro dinero... Lo que me pregunto es si lo pueden ofrecer a su electorado como algo justificable teniendo en cuenta los expolios arqueológicos en la capital, la situación de los restos romanos, el lamentable estado de Fuentepiña o las penurias sempiternas de la Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez, las promesas incumplidas del Banco de España, del edificio de Santa Fe... La respuesta es sí, un Ayuntamiento como el de Huelva sabe que a la gente le importa un carajo un poeta premio Nobel pero asaltaría y quemaría el Consistorio por el Recre.
La verdad es que esto de atribuir la representatividad de una ciudad a un club de fútbol me parece estupendo, para quien quiera tragárselo; hacerlo oficial con mi dinero público creo que es jugar a mantener lo dado para no tener problemas, y los alcaldes saben lo que hacen, no he visto muchas peleas multitudinarias o manifestaciones en las puertas del Thyssen o del Prado en Madrid, pero las imágenes de la Eurocopa de criminales arrasando y masacrando a todo lo móvil a sus alrededores deberían ser suficientemente elocuentes como para que la autoridades públicas con responsabilidad decidieran mantener ese monstruo al menos contenido.
Sin embargo el poder se mueve en los palcos de los estadios de fútbol, y cada ciudad, cada pueblo tiene el suyo. Si comparamos las instalaciones deportivas dedicadas al balompié con la inversión cultural en cualquier pueblo de la provincia de Huelva, entenderemos la idiosincrasia de un país embrutecido, tolerante con las deudas públicas de quienes manejan el cotarro futbolero, capaz de pagar conferencias a lerdos que se autoproclaman periodistas, un país que sólo lee la prensa deportiva, que se detiene cuando hay partido gordo, que discute de fútbol como a quien le va la vida, que ningunea todo triunfo deportivo que no sea futbolero y de tíos; iba a preguntarme cómo hemos llegado a esto, pero don Gabriel Cruz, o nuestro siempre amado Rodri, y tantos otros, lo saben perfectamente.

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